Estoy a tú puerta y llamo (Ap. 3,20)

¿Con qué actitud, de qué manera contestamos a la llamada de Dios, cuando este está a nuestra puerta? Sólo desde la humildad sincera podremos alcanzar la auténtica libertad de los hijos de Dios, desprovistos de toda soberbia. Una humildad que encontramos presente, como modelo perfecto, en la Virgen María. Una humildad que nos lleva a ser como niños, a mirar como niños, pues sólo desde la infancia espiritual podremos desterrar la desconfianza sobre la capacidad de alcanzar la verdad, el desaliento ante nuestras limitaciones y las de nuestros prójimos, la angustia ante los males del mundo y, en definitiva, la desesperanza.

"Estoy a la puerta y llamo"
así dice Cristo a tu alma...
¡Ahora mismo está llamando!

"Si escuchas mi voz y abres la puerta,
entraré a ti… y cenaré contigo,
y tú conmigo."

Es verdad. Estoy a la puerta de tu corazón, día y noche. Aún cuando tú no estás escuchando, aún cuando dudas de que pueda ser Yo, Yo estoy ahí. Yo estoy esperando aún la señal más pequeña de tu respuesta, el menor susurro para invitarme, y que Me permitas entrar.
Y quiero que sepas que en cualquier momento en que me invites, Yo vengo siempre, sin falta. En silencio y sin ser visto, vengo pero con poder y amor infinitos, y traigo los innumerables regalos de Mi Espíritu.
Yo vengo con Mi misericordia, con Mi deseo de perdonarte y sanarte, y con amor por ti más allá de tu compresión. Un amor en todo tan grande como el amor que Yo he recibido del Padre ("Tanto como el Padre me ama, así os he amado…"[Jn. 15:9] ). Yo vengo ansiando consolarte y darte fuerzas para levantarte y sanar tus heridas. Te traigo Mi luz para disipar tu oscuridad y todas tus dudas. Yo vengo con Mi poder para llevarte a ti y a todas tus cargas; con Mi gracia para tocar tu corazón y transformar tu vida; y Mi paz te doy para calmar tu alma.
Te conozco completamente; Yo sé todo acerca de ti. Hasta los cabellos de tu cabeza los tengo contados. Nada de tu vida carece de importancia para Mí. Te he seguido a través de los años, y siempre te he amado; aún en tus descarríos. Yo conozco cada uno de tus problemas. Yo conozco todas tus necesidades y preocupaciones. Y sí, conozco todos tus pecados. Pero te digo otra vez que Yo te amo - no por lo que hayas o no hayas hecho; te amo por ti mismo, por la belleza y dignidad que Mi Padre te dio al crearte a Su propia imagen. Es una dignidad que has olvidado frecuentemente, una belleza que tú has manchado con el pecado. Pero te amo como eres, y he derramado Mi Sangre para rescatarte. Si tan solo me pides con fe, Mi gracia tocará todo lo que necesita cambio en tu vida; y Yo te daré la fuerza para librarte del pecado y de todo su poder destructor…
Yo sé lo que hay en tu corazón;Yo conozco tu soledad y todas tus heridas: los rechazos, los juicios, las humillaciones. Yo las soporté todas antes que tú. Y las soporté todas por ti, para que tú pudieras compartir Mi fortaleza y Mi victoria. Yo conozco especialmente tu necesidad de amor; cómo estás sediento de ser amado y consentido. Pero cuán a menudo tú has tenido sed en vano, buscando ese amor en forma egoísta, esforzándote por llenar el vacío dentro de tí con placeres pasajeros; con el vacío aún más grande del pecado. ¿Tienes sed de amor? "Vengan a Mi todos los que tengan sed…."[Jn.7:37]. Yo te saciaré y te llenaré. ¿Tienes sed de ser valorado, querido? Yo te quiero más de lo que imaginas, hasta el punto de morir en una cruz por tí.

"Aférrense a María, Ella es el camino más corto para llegar a Jesús. Ella adelanta nuestro camino, vino de nuevo en nuestras vidas."

No hay comentarios: