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Queridos amigos, no es difícil constatar que en todo joven hay una aspiración a la felicidad, quizás mezclada con un sentimiento de inquietud; una aspiración que sin embargo a menudo la actual sociedad de consumo aprovecha de forma falsa y alienante. Es necesario en cambio valorar seriamente el anhelo a la felicidad que exige una respuesta verdadera y exhaustiva. A vuestra edad se realizan de hecho las primeras grandes elecciones, capaces de orientar la vida hacia el bien o hacia el mal. Por desgracia no son pocos vuestros coetáneos que se dejan atraer por espejismos ilusorios de paraísos artificiales para encontrarse después en una triste soledad. Hay también sin embargo muchos chicos y chicas que quieren transformar, como ha dicho vuestro portavoz, la doctrina en acción para dar un sentido pleno a sus vidas.

Os invito a todos a mirar a la experiencia de san Agustín, que decía que el corazón de toda persona está inquieto hasta que no encuentra lo que verdaderamente busca. Y él descubrió que sólo Jesucristo era la respuesta satisfactoria al deseo, suyo y de cada hombre, de una vida feliz, llena de significado y de valor.

Como hizo con san Agustín, el Señor sale al encuentro de cada uno de vosotros. Llama a la puerta de vuestra libertad y pide ser acogido como amigo. Os quiere hacer felices, llenaros de humanidad y de dignidad. La fe cristiana es esto: el encuentro con Cristo, Persona viva que da a la vida un nuevo horizonte y con ello la dirección decisiva. Y cuando el corazón de un joven se abre a sus designios divinos, no le resulta muy difícil reconocerle y seguir su voz. El Señor llama de hecho a cada uno por su nombre y quiere confiar a cada uno una misión específica en la Iglesia y en la sociedad. Queridos jóvenes, tomad conciencia de que el Bautismo os ha hecho hijos de Dios y miembros de su Cuerpo que es la Iglesia. Jesús os renueva constantemente la invitación a ser sus discípulos y sus testigos.

¡La esperanza! Esta palabra, sobre la que vuelvo a menudo, se conjuga precisamente con la juventud. ¡Vosotros, queridos jóvenes, sois la esperanza de la Iglesia! Esta espera que vosotros os hagáis mensajeros de la esperanza, como sucedió el año pasado, en Australia, para la Jornada Mundial de la Juventud, gran manifestación de fe juvenil, que pude vivir personalmente y a la que algunos de vosotros tomasteis parte. Muchos más podréis venir a Madrid en agosto de 2011. Os invito desde ahora a esta gran reunión de los jóvenes con Cristo en la Iglesia.

Fragmento del Mensaje a los Jóvenes. Viaje Apostólico a la República Checa, 28 de septiembre de 2009