No importa lo exterior (Lucas 11,37-.41)

Autor: P. Luis Gralla

Los actos externos deben ser consecuencia de una actitud del alma.

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entrando, pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: ¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros.

Reflexión:

Cuando alguien se fractura la pierna lo notamos en seguida, pues camina con muletas y la lleva inmovilizada. Pero es difícil saber, a simple vista, cuando alguien está enfermo porque no le funciona un riñón. ¿Y quién de los dos se encuentra más grave? En este caso, el que aparentemente se ve mejor.

Así puede suceder también en la vida espiritual. Aparecer muy bien al exterior, pero en realidad estar muy grave por dentro. Mucha piedad religiosa, rezos y estampas de santos... pero con muchas telarañas en el corazón... Lo que Cristo quiere subrayar hoy es el valor de lo que reside en nuestro interior, donde los hombres no pueden entrar y sólo Dios ve. Los actos externos deben ser consecuencia de una actitud del alma. Por eso, el Maestro nos previene: “¡Cuidado! Lo importante es lo que yo piense de ti. No te preocupes por la consideración de los demás.”

Quien participa con alegría en la Misa o hace un acto de caridad al dar de su tiempo a los demás, no lo debe hacer para impresionar a los hombres, sino para agradar a Dios. Pues de nada vale lo que hagamos por fuera, si por dentro estamos llenos de maldad. ...

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