Sin arrepentimiento, no hay conversión

Sem arrependimento, não existe conversão

A humanidade não terá paz enquanto não sabe o endereço da minha fonte Misericórdia



La Humanidad no conocerá Paz, hasta que no se dirija a la fuente de mi Misericordia.

La Biblia nos dice… Por cuantos todos pecaron y están privados de la gloria de Dios… el pecado es el hecho de que somos seres humanos, y nuestra naturaleza nos lleva a poder equivocarnos, de hecho lo hacemos, el ser humano es un ser voraz e incontenible, depredador e inclemente sin directrices, en medio de tantas ofertas, buscando los atajos que le permitirán conseguir las cosas siempre gratis, sin esfuerzos.

Dios conoce lo que somos, Él nos creó con libre albedrío para escoger, Él no nos obliga a reconocerle como Padre, pero en su amante corazón nos ansía y añora… como sólo lo hace un verdadero Padre.
Jesús vino para mostrarnos el amor del Padre, Jesús nos dijo, Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino a través de mí. Jesús el único mediador, el Hijo de Dios que vino para reconciliarnos con Dios, y nos dio ejemplo de vida, de amor y de sacrificio.

Porque tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo unigénito, para que todo el que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna! (Juan 3:16).

Cómo puede el hombre acercarse a Dios sin recibir a Jesús como el Salvador? El abismo que nos separa de Dios es tan grande por causa del pecado, pero Dios nos dio el medio idóneo, porque Dios es toda santidad y toda gloria… la única forma de llegar a Dios es arrepentirnos, aceptar el medio que Dios nos envió para salvación, y confesar a Jesús como Nuestro Salvador Personal.

Jesús consumó en su totalidad el plan reconciliador del Padre, lo único que tenemos que hacer es aceptar su sacrificio, recibirle a través del sincero arrepentimiento y permitirle así venir a morar en nuestro corazón como Nuestro Señor. Este sólo acto nos convierte en un Hijo de Dios. Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser un Hijo de Dios (Juan 1:12).

Aprovecha, estamos en la semana de la Divina Misericordia

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